domingo, 24 de julio de 2011

Terapia Psicoanalitica Sigmund Freud

Freud no pretendía crear una teoría psicológica completa, pero llegó a elaborar un sistema que explicaba la psicología del hombre en su totalidad. Comenzó estudiando el trastorno mental y luego se preguntó por sus causas. Acabó formulando una teoría general del dinamismo psíquico, de su evolución a través de distintos períodos de desarrollo y del impacto de la sociedad, la cultura y la religión en la personalidad, además de crear una forma de tratamiento de los trastornos mentales. Logró formular una teoría psicológica que abarcaba la personalidad normal y anormal, y que incidía en todos los campos del saber: la sociología, la historia, la educación, la antropología y las artes.
La primera preocupación de Freud, dentro del campo del psiquismo humano, fue el estudio de la histeria, a través del cual llegó a la conclusión de que los síntomas histéricos dependían de conflictos psíquicos internos reprimidos y el tratamiento de los mismos debía centrarse en que el paciente reprodujera los sucesos traumáticos que habían ocasionados tales conflictos. La técnica utilizada en principio para ello fue la hipnosis.
Llegó a la convicción de que el origen de los trastornos mentales está en la vida sexual y que la sexualidad comienza mucho antes de lo que en aquellos momentos se pensaba, en la primera infancia. La afirmación de la existencia de la sexualidad infantil produjo muchas críticas y oponentes a su teoría.
Más tarde introduce otra técnica de tratamiento: la asociación libre. Al principio era paralela al uso de la hipnosis, pero esta última técnica la acaba desechando por considerarla menos efectiva. En las asociaciones libres el paciente expresa sin censuras todo aquello que le viene a la conciencia de forma espontánea.
Posteriormente, incorpora la interpretación de los sueños en el tratamiento psicoanalítico, ya que entiende que el sueño expresa, de forma latente y a través de un lenguaje de símbolos, el conflicto origen del trastorno psíquico. La interpretación de los sueños es una ardua tarea en la que el terapeuta ha de vencer las "resistencias" que le llevan al paciente a censurar su trauma, como forma de defensa.
Otro aspecto a tener en cuenta en la terapia psicoanalítica es el análisis de la transferencia, entendida como la actualización de sentimientos, deseos y emociones primitivas e infantiles que el paciente tuvo hacia sus progenitores o figuras más representativas y que ahora pone en el terapeuta. Su análisis permitirá al paciente comprender a qué obedecen dichos sentimientos, deseos y emociones, y reinterpretarlos sin que ocasionen angustia.

Freud en 1939
Freud hace una formulación topográfica del psiquismo e incluye en él tres sistemas: uno consciente; otro preconsciente, cuyos contenidos pueden pasar al anterior; y otro inconsciente, cuyos contenidos no tienen acceso a la conciencia. La represión es el mecanismo que hace que los contenidos del inconsciente permanezcan ocultos. Más tarde presenta una nueva formulación del aparato psíquico que complementa a la anterior. En esta formulación estructural el aparato psíquico está formado por tres instancias: el ello, instancia inconsciente que contiene todas las pulsiones y se rige por el denominado principio de placer; el yo, que tiene contenidos en su mayoría conscientes, pero puede contener también aspectos inconscientes, se rige por el principio de realidad y actúa como intermediario entre el ello y la otra instancia del aparato psíquico; y el superyó, que representa las normas morales e ideales.
Un concepto básico en la teoría freudiana es el de "impulso" o pulsión (triebe, en alemán). Es la pieza básica de la motivación. Inicialmente diferencia dos tipos de pulsiones: los impulsos del yo o de autoconservación y los impulsos sexuales. Los impulsos sexuales se expresan dinámicamente por la libido, como manifestación en la vida psíquica de la pulsión sexual, es la energía psíquica de la pulsión sexual. Más tarde reformulará su teoría de los impulsos y distinguirá entre impulsos de vida (Eros), en los que quedan incluidos los dos de la anterior formulación, e impulsos de muerte (Thanatos), entendidos como la tendencia a la reducción completa de tensiones. Freud tenía una concepción hedonista de la conducta humana: comprendía que el placer venía dado por la ausencia de tensión y el displacer por la presencia de la misma. El organismo, inicialmente, se orienta hacia el placer (principio de placer) y evita las tensiones, el displacer y la ansiedad.
Freud, además, aportó una visión evolutiva respecto a la formación de la personalidad, al establecer una serie de etapas en el desarrollo sexual. En cada una de la etapas, el fin es siempre común, la consecución de placer sexual, el desarrollo de la libido. La diferencia entre cada una de ellas está en el "objeto" elegido para conseguir ese placer. El niño recibe gratificación instintiva desde diferentes zonas del cuerpo en función de la etapa en que se encuentra. A lo largo del desarrollo, la actividad erótica del niño se centra en diferentes zonas erógenas. La primera etapa de desarrollo es la etapa oral, en la que la boca es la zona erógena por excelencia, comprende el primer año de la vida. A continuación se da la etapa anal, que va hasta los tres años. Le sigue la etapa fálica, alrededor de los cuatro años, en la que el niño pasa por el "complejo de Edipo". Después de este período la sexualidad infantil llega a una etapa de latencia, de la que despierta al llegar a la pubertad con la fase genital.
Paralelamente a esta evolución intrapsíquica del sujeto, se va dando un proceso de socialización en el que se configuran las relaciones con los demás. Es de suma importancia también el proceso de identificación, que permite al sujeto incorporar las cualidades de otros en sí mismo, para la formación de su personalidad.
El psicoanálisis en sus comienzos, e incluso en la actualidad, ha sido un doctrina que ha despertado grandes pasiones, a favor y en contra. Entre las críticas que se han hecho a la teoría de Sigmund Freud, la principal ha sido la falta de objetividad de la observación y la dificultad de derivar hipótesis específicas verificables a partir de la teoría.
A pesar de la gran reprobación que suscitaron las ideas freudianas, especialmente en los círculos médicos, su trabajo congregó a un amplio grupo de seguidores. Entre ellos se encontraban Karl Abraham, Sandor Ferenczi, Alfred Adler, Carl Gustav Jung, Otto Rank y Ernest Jones. Algunos de ellos, como Adler y Jung se fueron alejando de los postulados de Freud y crearon su propia concepción psicológica.
No cabe duda de que el psicoanálisis fue una revolución para la psicología y el pensamiento de la época y ha servido como base para el desarrollo y proliferación de una gran cantidad de teorías y escuelas psicológicas.

Terapia Gestalt Fritz Perls



Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas
Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Yo soy yo y tú eres tú.
Y si por casualidad no encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse.
Fritz S. Perls (1893-1970)

INTRODUCCION

Gestalt es un término alemán, sin traducción directa al castellano, pero que aproximadamente significa "forma", "totalidad", "configuración". La forma o configuración de cualquier cosa está compuesta de una "figura" y un "fondo". Por ejemplo, en este momento para usted. que lee este texto, las letras constituyen la figura y los espacios en blanco forman el fondo; aunque esta situación puede invertirse y lo que es figura puede pasar a convertirse en fondo.
El fenómeno descrito, que se ubica en el plano de la percepción, también involucra a todos los aspectos de la experiencia. Es así como algunas situaciones que nos preocupan y se ubican en el momento actual en el status de figura, pueden convertirse en otros momentos, cuando el problema o la necesidad que la hizo surgir desaparecen, en situaciones poco significativas, pasando entonces al fondo. Esto ocurre especialmente cuando se logra "cerrar" o concluir una Gestalt; entonces ésta se retira de nuestra atención hacia el fondo, y de dicho fondo surge una nueva Gestalt motivada por alguna nueva necesidad. Este ciclo de abrir y cerrar Gestalts (o Gestalten, como se dice en alemán) es un proceso permanente, que se produce a lo largo de toda nuestra existencia.
El Enfoque Gestáltico (EG) es un enfoque holístico; es decir, que percibe a los objetos, y en especial a los seres vivos, como totalidades. En Gestalt decimos que "el todo es más que la suma de las partes". Todo existe y adquiere un significado al interior de un contexto específico; nada existe por sí solo, aislado.
El EG es esencialmente una forma de vivir la vida con los pies bien puestos en la tierra. No pretende encaminar al individuo por el camino de lo esotérico o de la iluminación. Es un modo de llegar a estar en este mundo en forma plena, libre y abierta; aceptando y responsabilizándonos por lo que somos, sin usar más recursos que apreciar lo obvio, lo que ES.
El EG es en sí mismo un estilo de vida; de allí que sea más adecuado denominarlo "enfoque", que es un término más amplio, en lugar de "terapia", que restringe sus posibilidades de aplicación a lo clínico.

BASES DE LA GESTALT

El EG ha recibido la influencia de las siguientes corrientes:
  • El psicoanálisis de Freud, retomando y reformulando su teoría de los mecanismos de defensa y el trabajo con los sueños.
  • La filosofía existencial, de la que rescata la confianza en las potencialidades inherentes al individuo, el respeto a la persona y la responsabilidad.
  • La fenomenología, de la que toma su apego por lo obvio, por la experiencia inmediata y por la toma de conciencia (insight).
  • La psicología de la Gestalt, con su teoría de la percepción (figura-fondo, Ley de la buena forma, etc.).
  • La religiones orientales, y en especial el Budismo Zen.
  • El psicodrama, de J.L. Moreno, del que adopta la idea de dramatizar las experiencias y los sueños.
  • La teoría de la coraza muscular de W. Reich.
  • La teoría de la Indiferencia Creativa, de Sigmund Friedlander, de la que extrae su teoría de las polaridades.
El EG no es sólo la suma o la yuxtaposición de las doctrinas y enfoques antes mencionados, sino su integración creativa, su elevación a un nuevo plano, llevada a cabo por FRITZ PERLS, creador del Enfoque Gestáltico.

EL DARSE CUENTA (Awareness)

Este es el concepto clave sobre el que se asienta el EG. En pocas palabras darse cuenta es entrar en contacto, natural, espontáneo, en el aquí y ahora, con lo que uno es, siente y percibe. Es un concepto semejante en algo al de insight, aunque es más amplio; una especie de cadena organizada de insights.
Existen tres Zonas del Darse Cuenta:
  1. El darse cuenta del mundo exterior: Esto es, contacto sensorial con objetos y eventos que se encuentran fuera de uno en el presente; lo que en este momento veo, toco, palpo, degusto o huelo. Es lo obvio, lo que se presenta de por sí ante nosotros. En este momento veo mi lapicero deslizándose sobre el papel formando una palabra, escucho el ruido de los carros pasando por la avenida, huelo el perfume de una joven que pasa por mi lado, siento el sabor de una fruta en mi boca.
  2. El darse cuenta del mundo interior: Es el contacto sensorial actual con eventos internos, con lo que ocurre sobre y debajo de nuestra piel. Tensiones musculares, movimientos, sensaciones molestas, escozores, temblores, sudoración, respiración, etc. En este momento siento la presión de mi dedo índice, mayor y pulgar sobre mi lapicero al escribir; siento que deposito el peso de mi cuerpo sobre mi codo izquierdo; siento mi corazón late, que mi respiración se agita, etc.
  3. El darse cuenta de la fantasía, la Zona Intermedia (ZIM): Esto incluye toda la actividad mental que transcurre más allá del presente: todo el explicar, imaginar, adivinar, pensar, planificar, recordar el pasado, anticiparse al futuro, etc. En este momento me pregunto qué haré mañana en la mañana, ¿será algo útil, bueno?. En Gestalt todo esto es irrealidad, fantasía. Aún no es el día de mañana, y no puedo saber y decir NADA acerca de ello. Todo está en mi imaginación; es pura y simple especulación, y lo más saludable es asumirlo como tal.

EL AQUI Y EL AHORA

Es realmente difícil aceptar que todo existe en el presente momentáneo. El pasado existe e importa tan sólo como parte de la realidad presente; cosas y recuerdos acerca de los cuales pienso ahora como pertenecientes al pasado. La idea del pasado es útil algunas veces, pero al mismo tiempo no debo perder de vista eso, que es una idea, una fantasía que tengo ahora. Nuestra idea del futuro es también una ficción irreal, aunque algunas veces de utilidad, cuando lo asumimos como un ensayo y sólo como eso. Tanto nuestra idea del futuro como nuestra concepción del pasado se basa en nuestra comprensión del presente. El pasado y el futuro son nuestras concepciones acerca de lo que precedió al momento presente y lo que presagiamos que seguirá a lo actual. Y todo este adivinar ocurre AHORA.
El ahora es el presente, aquello de lo que me doy cuenta. Ya sea que estemos recordando o anticipando, lo estamos haciendo ahora. El pasado ya fue, el futuro aún no llega. Es imposible que nada exista excepto el presente. Mencionó el ejemplo que alguien medio una vez: si coloco un disco en el fonógrafo, el sonido aparece cuando el disco y la aguja hacen contacto. No antes...ni después. Si pudiéramos borrar el pasado inmediato o la anticipación de lo que vendrá de inmediato, nos sería difícil entender la música del disco que estamos escuchando. Pero si borramos el ahora, entonces no hay nada. De modo que no importa si estamos recordando o anticipando, de todas maneras lo hacemos en el aquí y ahora.

CAMBIAMOS EL "POR QUE" POR EL "COMO"

Al preguntar por qué lo único que se consigue es alguna racionalización o "explicación". El por qué acarrea una explicación ingeniosa, jamás un entendimiento cabal. Además, nos aleja del aquí y ahora y nos introduce en el mundo de la fantasía; nos saca de lo obvio para teorizar.
Perls consideraba que las palabras, cuando se utilizan para "explicar" y alejarse de lo evidente o de la realidad, son más una carga que algo útil. El las comparaba con el excremento.
En el EG distinguimos tres tipos de "blá, blá, blá": Caca de Gallina, que vienen a ser los comentarios superficiales, los clisés (buenos días, qué gusto de verlo, qué lindo día, etc.); Caca de Toro, esto es, "por qué", racionalizaciones, excusas, conversación amena pero inauténtica, etc.; y Caca de Elefante, cuando "filosofamos", hablamos de "la vida", teorizamos sobre el Enfoque Gestáltico sin vivirlo, explicamos el por qué de la sociedad y el mundo, etc.
El por qué sólo nos conduce a interminables y estériles investigaciones de la causa de la causa de la causa de la causa.
Si se hacen la pregunta por el cómo, estamos mirando la estructura, estamos viendo lo que ocurre, lo obvio; preocupándose por un entendimiento más profundo del proceso. El cómo nos da perspectiva, orientación. El cómo nos muestra que una de las leyes básicas, la de la identidad de estructura y función, es válida. Si cambiamos las estructura, la función cambia. Si cambiamos la función, la estructura cambia.
Los pilares sobre los que se apoya el EG son: el aquí y ahora y el cómo. Su esencia está en la comprensión de estas dos palabras. Vivir en el ahora tratando de darnos cuenta cómo lo hacemos.

“REGLAS” DE LA GESTALT

El objetivo principal de la Terapia Gestáltica es lograr que las personas se desenmascaren frente a los demás, y para conseguirlo tienen que arriesgarse a compartir sobre sí mismos; que experimenten lo presente, tanto en la fantasía como en la realidad, en base a actividades y experimentos vivenciales. El trabajo se especializa en explorar el territorio afectivo más que el de las intelectualizaciones (ZIM). Se pretende que los participantes tomen conciencia de su cuerpo y de cada uno de sus sentidos.
La filosofía implícita en las reglas es proporcionarnos medios eficaces para unificar pensamiento y sentimiento. Tienen por designio ayudarnos a sacar a luz las resistencias, a promover una mayor toma de conciencia, a facilitar el proceso de maduración. Se busca también ejercitar la responsabilidad individual, la "semántica de la responsabilidad".
Algunas de estas reglas pueden ser aplicadas como pautas para la terapia individual; sin embargo, su empleo principal se da en la terapia de grupo, en los grupos de encuentro.
Las principales reglas son las siguientes:
  1. El principio del ahora: Este es uno de los principios más vigorosos y más fecundos de la TG. Con el fin de fomentar la conciencia del ahora, y facilitar así el darse cuenta, sugerimos a la gente que comunique sus experiencias en tiempo presente. La forma más efectiva de reintegrar a la personalidad las experiencias pasadas es traerlas al presente, actualizarlas. Hacer que el sujeto se sitúe allí en fantasía y que haga de cuenta que lo pasado está ocurriendo ahora. Para ello hacemos preguntas como las siguientes: ¿De qué tienes conciencia en este momento? ¿De qué te das cuenta ahora? ¿A qué le tienes miedo ahora? ¿Qué estás evitando actualmente? ¿Cómo te sientes en este momento? ¿Qué deseas?
  2. La relación Yo-Tú: Con este principio procuramos expresar la idea de que la verdadera comunicación incluye tanto al receptor como al emisor. Al preguntar ¿A quién le estás diciendo eso? se le obliga al sujeto a enfrentar su renuencia a enviar el mensaje directamente al receptor, al otro. De este modo suele solicitársele al paciente que mencione el nombre de la otra persona; que le haga preguntas directas ante cualquier duda o curiosidad; que le exprese su estado de ánimo o sus desacuerdo, etc. Se busca que tome conciencia de la diferencia que hay entre "hablarle a" su interlocutor y "hablar" delante de él. ¿En qué medida estás evitando tocarlo con tus palabras? ¿Cómo esta evitación fóbica para el contacto se expresa en tus gestos, en el tono de tu voz, en el rehuir su mirada?
  3. Asumir la propiedad del lenguaje y la conducta, o sea, responsabilizarse de lo que se dice y/o se hace. Esto se vincula directamente con el lenguaje personal e impersonal. Es común que para referirnos a nuestro cuerpo, a nuestras acciones o emociones, utilicemos la 2º ó 3º persona. "Me causas pena" en lugar de "Yo siento pena"; "Mi cuerpo está tenso" en lugar de "Yo estoy tenso", etc. Merced al simple recurso de convertir el lenguaje impersonal en personal aprendemos a identificar mejor la conducta y a asumir la responsabilidad por ella. Como consecuencia, es más probable que el individuo se vea más como un ser activo, que "hace cosas", en lugar de creerse un sujeto pasivo, al que "le suceden cosas". Las implicancias para la salud mental y para dejar atrás nuestras “neurosis” son obvias.
  4. En Gestalt está prohibido decir "no puedo"; en su lugar se debe decir "no quiero", esto es, ser asertivo. Ello debido a que muchas veces el sujeto se niega a actuar, a experimentar, a entrar en contacto, descalificándose antes de intentarlo siquiera. No se puede obligar a la persona a hacer algo que no desea, pero sí se le puede exigir responsabilidad, a asumir las consecuencias de su decisión evasiva, para lo cual un honesto "no quiero" es lo más adecuado. Del mismo modo, también deben evitarse o hacer que el paciente se de cuenta de sus "peros", "por qués", "no sé", etc. Hay que recordar que en el ser humano el lenguaje es uno de los medios de evitación por excelencia: se puede hablar de todo y no entrar en contacto con nada, poner entre nosotros y la realidad una muralla de palabras.
  5. El continuum del darse cuenta: El dejar libre paso a las experiencias presentes, sin juzgarlas ni criticarlas, es algo imprescindible para integrar las diversas partes de la personalidad. No buscar grandes descubrimientos en uno mismo, no "empujar el río", sino dejarlo fluir solo, libremente.
  6. No murmurar: Toda comunicación, incluso las que se supone son "privadas" o que "no interesan al grupo", debe ventilarse abiertamente en él o en su defecto evitarse. Las murmuraciones, los cuchicheos sobre los demás, las risitas cómplices, son evitaciones, formas de rehuir el contacto, además de faltar el respeto al grupo e ir contra su cohesión al establecer temas "que no le competen" en su presencia. Esta regla tiene por fin el promover sentimientos e impedir la evitación de sentimientos.
  7. Traducir las preguntas en afirmaciones; salvo cuando se trata de datos muy concretos. Preguntas como "¿Puedo ir al baño? ¿Me puedo cambiar de sitio? ¿Me puedo ir?", etc., deben ser traducidas como "Quiero ir al baño; Me quiero cambiar de sitio; Me quiero ir". Así, el preguntón asume su responsabilidad y las consecuencias de lo que afirma, en lugar de adoptar una postura pasiva y de proyectar su responsabilidad en el otro, a fin de que él le dé la autorización.
  8. Prestar atención al modo en que se atiende a los demás. ¿A quién le prestamos atención? ¿A quién ignoramos?, etc.
  9. No interpretar ni buscar "la causa real" de lo que el otro dice. Simplemente escuchar y darse cuenta de lo que uno siente en función a dicho contacto.
  10. Prestar atención a la propia experiencia física, así como a los cambios de postura y gesto de los demás. Compartir con el otro lo que se observa, lo obvio, mediante la fórmula de "ahora me doy cuenta de ..."
  11. Aceptar el experimento de turno; correr riesgos al participar en la discusión.
  12. Considerar, aunque no se haga explícito, que todo lo dicho y vivido en el grupo es estrictamente confidencial.

EL CICLO DE LA EXPERIENCIA

Para la TG, el llamado ciclo de la experiencia es el núcleo básico de la vida humana, dado que ésta no es más que la sucesión interminable de ciclos. También se le conoce como el "Ciclo de la autorregulación organísmica", pues se considera que el organismo sabe lo que le conviene y tiende a regularse por sí mismo.
La conceptualización de este ciclo pretende reproducir cómo los sujetos establecen contacto con su entorno y consigo mismos. Explica también el proceso de formación figura/fondo: cómo surgen las figuras de entre el fondo difuso, y cómo una vez satisfecha la necesidad dicha figura vuelve a desaparecer.
El ciclo de la experiencia se inicia cuando el organismo, estando en reposo, siente emerger en sí alguna necesidad; el sujeto toma conciencia de ella e identifica en su espacio algún elemento u objeto que la satisface, vale decir, que dicho elemento se convierte en figura, destacando sobre los demás que son el fondo. Acto seguido, el organismo moviliza sus energías para alcanzar el objeto deseado hasta que entra en contacto con él, satisface la necesidad y vuelve a entrar en reposo nuevamente.
En el esquema clásico del ciclo se identifican seis etapas sucesivas: 1) Reposo; 2) Sensación; 3) Darse cuenta o formación de figura; 4) Energetización; 5) Acción ; y 6) Contacto.
En el reposo o retraimiento el sujeto ya ha resuelto una Gestalt o necesidad anterior, y se encuentra en un estado de equilibrio, sin ninguna necesidad apremiante. Su extremo patológico puede ser el autismo.
En la sensación el sujeto es sacado de su reposo porque siente "algo" difuso, que todavía no puede definir. Como por ejemplo, puede sentir movimientos peristálticos o sonidos en su estómago, o sino cierta intranquilidad.
En el darse cuenta, la sensación se identifica como una necesidad específica (en los ejemplos anteriores, como hambre o como preocupación, respectivamente) y se identifica también aquello que la satisface: se delimita cierta porción de la realidad que adquiere un sentido vital muy importante para el sujeto, es decir, se forma una figura.
En la fase de energetización el sujeto reúne la fuerza o concentración necesaria para llevar a cabo lo que la necesidad le demanda.
En la acción, fase más importante de todo el ciclo, el individuo moviliza su cuerpo para satisfacer su necesidad, concentra su energía en sus músculos y huesos y se encamina activamente al logro de lo desea.
En la etapa final, el contacto, se produce la conjunción del sujeto con el objeto de la necesidad; y, en consecuencia, se satisface la misma. La etapa culmina cuando el sujeto se siente satisfecho, puede despedirse de este ciclo y comenzar otro. Así ad infinitum.
Entre los diversos eslabones que conforman el ciclo se pueden formar o autointerrupciones, dando lugar a diversos tipos de patologías. Allí también actúan los mecanismos de defensa.
En términos generales, se puede decir que el ciclo de la experiencia, dado en un contaxto específico y significativo, constituye en sí misma una Gestalt. Un ciclo interrumpido es una Gestalt inconclusa; un ente que parasitará al organismo consumiendo su energía hasta verse satisfecho.

LOS ESTRATOS DEL YO

De acuerdo a Fritz Perls, en el Yo de todo ser humano existen seis capas que recubren, a manera de una cebolla, al Ser auténtico de las personas. Estas capas o estratos del Self, como también se les conoce, son las siguientes: 1) E. Falso; 2) E. del como sí; 3)E. Fóbico; 4) E. Implosivo o del Atolladero; 5) E. Explosivo; y 6) El Self verdadero.
En el estrato Falso se encuentra nuestra "fachada", lo que colocamos en nuestra vitrina de nosotros mismos y dejamos ver a los demás. Luego viene el estrato del “como sí”; allí están los roles, los juegos que empleamos para manipular a los demás, el actuar "como sí" fuéramos esto o aquello. Es nuestro carácter o forma habitual y rígida de actuar.
Si en el proceso terapéutico atravesamos el estrato Falso y el del “como sí” llegaremos al estrato Fóbico. Allí se encuentran todos nuestros temores y todas nuestras inseguridades frente a nosotros mismos; nuestros secretos mejor guardados y nuestras heridas narcisísticas; la pena, el dolor, la tristeza o la desesperación; aquello que no queremos ver ni tocar de nuestra personalidad y menos aún descubrir frente a los demás.
Si logramos pasar lo fóbico sentiremos una sensación de vacío, de inamovilidad, de falta de energía, de muerte. Hemos llegado al estrato del Atolladero, donde nos sentimos "atorados", sin salida. Sin embargo, detrás se encuentra el estrato Implosivo, donde se hallan todas nuestras energías sin usar, nuestra vitalidad "congelada" o dirigida hacia nosotros mismos para mantener nuestras defensas.
Finalmente, detrás de lo implosivo se encuentra el estrato Explosivo, donde las fuerzas estancadas se disparan hacia afuera en un arranque de autenticidad, dando paso al Yo verdadero que permanece oculto. Existen básicamente cuatro tipos de explosión: gozo, aflicción, orgasmo y coraje.
En base a lo anterior, podemos imaginarnos a una persona X, que al comenzar la terapia se mostrará superficial, formal o convencional (buenos días, qué calor hace, qué gusto de verlo, blá, blá, blá: las Cacas de las que hablaba Perls). Detrás de ello hallaremos sus temores, sus "traumas", sus evitaciones, que es necesario confrontar. Lo meteremos así en un atolladero temporal, en donde él se vivenciará sin fuerzas, casi muerto. Sin embargo, si confía en su organismo y le da libertad éste le mostrará sus fuerzas sin utilizar, que emergerán libremente como figuras al despejarse el campo de evitaciones, su verdadero potencial, y experimentará una verdadera explosión de alegría, placer, ira o pena (todas ellas positivas, terapéuticas y necesarias) que darán paso al verdadero ser humano que hay detrás del sujeto X.
Esto debe hacerse repetidas veces, a cada momento de la terapia, hasta que el sujeto se conozca lo suficiente y puede realizar el proceso por sí mismo.
Una persona madura es capaz de experienciar y sostener todo tipo de experiencias emocionales en el "aquí y ahora"; además, utiliza sus propios recursos (autosoporte) en lugar de manipular a los demás y al ambiente para conseguir apoyo.
En síntesis, la TG persigue:
  • Vivir en el ahora.
  • Vivir en el aquí.
  • Dejar de imaginar y fantasear en exceso sustituyendo al contacto real.
  • Dejar de pensar innecesariamente sustituyendo a la acción.
  • Dejar de aparentar o jugar al "como sí".
  • Expresarse o comunicar.
  • Sentir las cosas desagradables y el dolor.
  • No aceptar ningún "debería", más que los propios, impuestos por uno mismo en base a nuestras necesidades y experiencias.
  • Tomar completa responsabilidad de las acciones, sentimientos, emociones y pensamientos propios.
  • Sea lo que Ud. es... sin importar lo que Ud. sea.

Terapia Centrada en el Cliente Carl Rogers


Enmarcada dentro de la llamada "tercera fuerza", la psicoterapia "rogeriana" es el enfoque que mayor influencia ejerce actualmente sobre los psicoterapeutas y consejeros norteamericanos, aún por encima de la terapia racional-emotiva de Albert Ellis y del psicoanálisis freudiano. Al respecto, en un estudio realizado en EE.UU. entre 800 psicólogos y orientadores, se encontró que los psicoterapeutas propuestos como los de mayor influencia fueron, en primer lugar, Carl Rogers, en segundo lugar, Albert Ellis y en tercer, Sigmund Freud (Huber y Baruth, 1991).
Catalogada de especulativa y anticientífica por sus detractores, y vista como la terapia ideal por sus seguidores, el enfoque rogeriano ha pasado por diversas transformaciones, que van desde la simple propuesta de una hipótesis de trabajo -producto de la labor de consejería que su autor desarrollara en los años treinta- hasta la elaboración de una teoría de la personalidad. El desarrollo de esta concepción descansó también sobre una considerable cantidad de investigaciones que fueron guiando su desenvolvimiento, clarificando las dudas y dando validez empírica a las hipótesis que planteaba.
Sin embargo, a pesar de ello, hay quienes piensan que esta psicoterapia se basa solamente en buenas intenciones, en deseos filantrópicos provenientes de la filosofía existencialista, y en la bondad del carácter del propio Rogers. Este razonamiento responde, creemos, más a la ignorancia que a las características intrínsecas del enfoque.

LA HIPOTESIS CENTRAL DE LA PSICOTERAPIA CENTRADA EN EL CLIENTE

En sus libros Orientación psicológica y psicoterapiaPsicoterapia centrada en el cliente y El proceso de convertirse en persona, Rogers realiza una serie de planteamientos tendientes a esclarecer su posición frente al proceso terapéutico, la personalidad y la naturaleza humana.
En dichos textos establece la siguiente hipótesis como eje de toda su concepción psicológica: "Que el individuo tiene la capacidad suficiente para manejar en forma constructiva todos los aspectos de su vida que potencialmente pueden ser reconocidos en la conciencia" (Rogers, 1972, 1978).
Dicha hipótesis es, a nuestro entender, el planteamiento esencial del enfoque, y, a su vez, lo que genera mayores polémicas.
Veámosla con mayor detenimiento. Rogers asume -en base a datos empíricos, según dice- que existe en todo ser humano una tendencia innata a la actualización, esto es, al desarrollo progresivo y a la superación constante, si se encuentran presentes las condiciones adecuadas (Rogers y Kinget, 1971). Algo similar a la autorrealización, también innata, que proponen Maslow y May y todos los demás psicoterapeutas humanistas (Frick, 1973), y a la autorregulación organística de Perls (Perls, 1987).
El hombre, dice Rogers, es positivo por naturaleza, y por ello requiere respeto absoluto, especialmente en cuanto a sus aspiraciones de superación (Di Caprio, 1976). De ello se desprende que está contraindicado para el psicoterapeuta realizar todo tipo de conducción o dirección sobre el individuo; todo tipo de diagnóstico o interpretación, porque ello constituiría un atentado contra las posibilidades del sujeto y contra su tendencia a la actualización. Se exige, o mejor dicho, se recomienda, situarse en el punto de vista del cliente, asumir su campo perceptual y trabajar en base a ello como una especie de alter ego. Incluso la palabra "cliente" es asumida de una manera especial: el cliente es aquella persona que responsablemente busca un servicio y participa del proceso terapéutico de la misma manera; aquella, conciente de su capacidad de desarrollo no utilizada, que no va "en busca de ayuda" sino que trata de ayudarse a sí misma.
Se descartan del lenguaje rogeriano los términos paciente, enfermo, curación, diagnóstico, etc., porque connotan dependencia, limitación y falta de respeto por la persona.
Esta actitud frente a la dignidad del paciente, la aceptación incondicional y el respeto que se le tiene cobran una importancia tal que se les consideran factores que favorecen u obstaculizan (de faltar) la adquisición del enfoque centrado en el cliente. Aceptación y respecto deben estar enraizados en la personalidad del terapeuta, formar parte esencial de su ser, y ello pasa, antes que nada, por aceptarse a sí mismos.
En síntesis, la hipótesis central propone que el ser humano puede, si se le presentan las condiciones adecuadas, desarrollarse o actualizarse, ampliar sus capacidades y ser conciente de lo que experimenta a fin de poder auto controlarse. "No se puede manejar eficazmente lo que no se percibe concientemente", propone Rogers. De allí la necesidad de ampliar el concepto de sí mismo del cliente, su self, y de incluir en él todo (o casi todo) lo que vivencia. Pero no se pretende hacerlo actuando sobre él sino, como dice Kinget, "acompañándolo" en la experiencia, brindándole las condiciones requeridas y dándole seguridad (Rogers y Kinget, 1971).

LA TERAPIA

A estas alturas de la exposición, una terapeuta no versado en el enfoque rogeriano podría argüir que no se ha dicho nada nuevo hasta el momento, dado que todos los enfoques buscan en mayor o menor medida favorecer la capacidad de crecimiento, y que todo psicoterapeuta que amerite tal título debe comenzar por aceptar y tratar de comprender a sus pacientes. Sin embargo, no se trata sólo de tener piadosamente en cuenta dichos aspectos, haciendo gala de humanitarismo o de haber tenido un buen entrenamiento. Dichos aspectos SON la base del enfoque y constituyen, antes que nociones gaseosas, actitudes plenamente asimiladas de las que se van a desprender las técnicas.
Parafraseando a Claudio Naranjo (1991) cuando habla de la terapia gestáltica, la psicoterapia centrada en el cliente no está conformada básicamente por técnicas sino, esencialmente, por actitudes del terapeuta, las mismas que pueden ser instrumentalizadas de diversa manera.
Se consideran así dos factores: 1) La actitud que tiene el terapeuta, su filosofía operacional básica frente a la dignidad y la significación del individuo (hipótesis básica), y 2) Su instrumentalización a través de métodos adecuados.
Las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas. A veces esto no es comprendido planamente y por esta razón algunos asumen que la actitud centrada en el cliente consiste en ser pasivos e indiferentes, en "no entrometerse". Pero ello de plano es incorrecto y, más aún, es nocivo, porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo; además, suele terminar por aburrir al sujeto al ver que no recibe nada.
El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas concientes, y por ello manejables y no patológicas. Pero no asumiendo un rol de omnisapiente y todopoderoso, que lleva al cliente de la mano diciéndole "Yo te acepto" y devolviéndole "masticadito" el material que éste le proporciona.
Si hay respeto sincero y absoluto, procurará más bien que sea el cliente quien dirija el proceso. En este caso las intervenciones del terapeuta se plantearán como posibilidades, casi como ecos del material expuesto, y no como juicios de valor, afirmaciones o interpretaciones.
La imagen del eco puede servir para comprender el fenómeno: un eco es una reproducción amplificada y modulada (que implica una adecuada percepción y una buena dosis de empatía frente a lo reproducido), algo que suena igual y diferente al mismo tiempo, y que permite al emisor una recaptación novedosa y más completa del mensaje emitido (ahora es a la vez emisor y receptor de sí mismo, y ya no sólo emisor). Además, el eco supone un "algo" en comunidad con nosotros, otra persona (un alter-ego) que nos escucha y reproduce y/o reformula nuestros mensajes en un ambiente de aceptación.
En este diálogo con el terapeuta (que es en esencia un diálogo conmigo mismo) empiezo a sentirme aceptado, puesto que diga lo que diga, haga lo que haga, sólo recibo como eco empatía y calidez, en lugar de consejos, diagnósticos o interpretaciones; así, me doy cuenta paulatinamente que no soy tan malo, tan raro o diferente como creía, y empiezo a permitir que mi capacidad de crecer se vaya abriendo paso.
A semejanza de la dicotomía gestáltica figura-fondo, en esta psicoterapia se persigue que el fondo (el campo experiencial no conciente, lo oculto, lo temido) pase a ser figura (conciencia, parte del self, del sí mismo). El Yo "engorda", se vuelve más eficaz en el manejo de la realidad interna, consumiendo menos energías en la construcción de defensas que lo protejan contra la angustia.
En cuanto a los detalles del proceso psicoterapéutico, Rogers planteaba lo siguiente: "Digamos, de entrada, que no existe una distinción precisa entre el proceso y los resultados de la terapia. Las características del proceso corresponden, de hecho, a elementos diferenciados de los resultados" (Rogers y Kinget, 1971).
Según Rogers, cuando las condiciones terapéuticas están presentes y se mantienen, es decir que:
  • Existe una relación de contacto entre cliente y terapeuta;
  • Una situación de angustia y desacuerdo interno en el cliente;
  • Una situación de acuerdo interno en el terapeuta;
  • Sentimientos de respeto, comprensión, aceptación incondicional y empatía en el terapeuta; entonces se pone en marcha, motivada por la tendencia innata a la actualización, cierto proceso que podemos catalogar de terapéutico, el mismo que constaría de las siguientes características:
  • Aumento en el cliente de la capacidad para expresar sus sentimientos de modo verbal y no verbal.
  • Estos sentimientos expresados se refieren más al Yo.
  • Aumenta también la capacidad de distinguir los objetos de sus sentimientos y de sus percepciones.
  • Los sentimientos que expresa se refieren cada vez más al estado de desacuerdo que existe entre ciertos elementos de su experiencia y su noción del Yo.
  • Llega sentir concientemente la amenaza que lleva consigo este estado de desacuerdo interno. La experiencia de amenaza se hace posible gracias a la aceptación incondicional del terapeuta.
  • Gracias a ello el cliente llega a experimentar plenamente (al convertir el fondo en figura) ciertos sentimientos que hasta entonces había deformado o no confesado.
  • La imagen del Yo (sí mismo, self) cambia, se amplía, hasta permitir la integración de elementos de la experiencia que no se hacían concientes o se deformaban.
  • A medida que continúa la reorganización de la estructura del Yo, el acuerdo entre esta estructura y la experiencia total aumenta constantemente. El Yo se vuelve capaz de asimilar elementos de la experiencia que antes eran demasiado amenazadores para que la conciencia los admitiera. La conducta se vuelve menos defensiva.
  • El cliente es cada vez más capaz de sentir y admitir la aceptación del terapeuta sin sentirse amenazado por esta experiencia.
  • El cliente siente una actitud de aceptación incondicional respecto a sí mismo.
  • Se va dando cuenta que el centro de valoración de su experiencia es él mismo.
  • La valoración de su experiencia se hace cada vez menos condicional, y se lleva a cabo sobre la base de experiencias vividas. El cliente evoluciona hacia un esta-do de acuerdo interno, de aceptación de sus experiencias.

EL TERAPEUTA, CARACTERISTICAS Y FORMACION

Rosemberg sintetiza brillantemente la participación y el rol del terapeuta en el proceso antes mencionado: "El terapeuta es la verdadera persona que realmente comprende las vacilaciones y debilidades del cliente y las acepta, sin intentar negarlas o corregirlas. Acepta, aprecia y valora al individuo íntegro, dándole, incondicionalmente, seguridad y estabilidad en las relaciones que necesita para correr el riesgo de explorar nuevos sentimientos, actitudes y conductas. El terapeuta respeta a la persona tal como es, con sus ansiedades y sus miedos, por lo que no le impone criterio alguno sobre como debe ser. La acompaña por el camino que ella misma se traza, y participa como elemento presente y activo en este proceso de auto creación, facilitando en todo momento la percepción de los recursos personales, y de los rumbos seguidos en el camino, tal y como la persona los vivencia" (Rogers y Rosemberg, 1981; Págs. 75-76).
Las características personales que Rogers considera necesarias en todo buen terapeuta que intente instrumentalizar su enfoque son las siguientes: a) Capacidad empática; b) Autenticidad; c) Consideración positiva incondicional.
Ello induce a pensar que el terapeuta centrado en el cliente no puede ser una persona común y corriente, sino alguien especial, que cuenta con la tranquilidad y la coherencia internas propias de la persona autorrealizada, autorrealización que intentará contagiar al cliente. Sin embargo, no debe verse al terapeuta como una persona superior; es alguien que sencillamente ha logrado dar libre paso a su capacidad de actualización, y que por lo mismo puede manejar con más eficacia y productividad su campo experiencial y ayudar a que los otros también lo hagan.
Los rasgos mencionados no son innatos o imposibles de aprender. Rogers y Kinget (1971) consideran que hasta una persona autoritaria puede desarrollar actitudes no directivas; lo principal, el inicio digamos, es el deseo real de querer adoptarlas. El proceso restante viene solo y se adquiere en la práctica terapéutica, aunque puede ser catalizado a través del entrenamiento.

ACERCA DE LA FORMACIÓN DE LOS TERAPEUTAS

Rogers (1972) establece cuatro fases en la formación de terapeutas centrados en el cliente.
La primera fase hace hincapié en el esclarecimiento de las actitudes del aspirante a terapeuta, antes de centrarse en los aspectos técnicos. El deseo de querer ser terapeuta rogeriano debe ser resultado de un proceso de descubrimiento personal que no puede ser fomentado desde fuera de ninguna manera.
La segunda fase hace énfasis en las técnicas una vez que se han aclarado las actitudes del estudiante. La tercera fase considera justo proporcionar al estudiante una experiencia propia de la terapia, si es posible haciendo que él mismo se someta a ella en condición de cliente.
La cuarta fase señala que el estudiante debe ejercer la práctica psicoterapéutica desde el momento mismo en que ésta sea practicable.

APLICABILIDAD DEL ENFOQUE ROGERIANO

Las experiencias terapéuticas, de consejería y orientación, desde la perspectiva rogeriana, abarcan una amplia gama que va del trato de personas normales, en condiciones pedagógicas o vocacionales, hasta la psicoterapia en psicóticos esquizofrénicos (Rogers y otros, 1980).
Hay aplicaciones de esta concepción en diversas áreas como la clínica, la educación, las relaciones de pareja, la ludo terapia, la dinámica de grupos (los famosos grupos de encuentro), etc. Cubre un amplio espectro de edades, desde niños de dos años hasta ancianos. Y esto es posible, creemos, porque el enfoque no directivo o centrado en el cliente constituye además de una técnica, aplicable a tal o cual problema, una concepción del ser humano y de las relaciones interpersonales. Por ello trasciende los linderos del consultorio para conformar una teoría sobre el "buen vivir", esto es, sobre el vivir plenamente, en constante superación, abiertos a todas las experiencias, sin miedo, con capacidad de elección y de responsabilizarnos por lo elegido.

Terapia de Milton Erickson


Para entender el enfoque terapéutico que desarrolló Milton Erickson, es necesario conocer a la persona antes que al terapeuta, pues en este caso, más que en ningún otro, las particularidades de su vida determinaron de forma fundamental su enfoque de trabajo clínico.


Erickson nació en 1901 en Aurum, una pequeña ciudad -ya desaparecida- de Nevada. Su familia, conformada por sus padres, siete hermanas y un hermano, emigró a Wisconsin, donde sus padres tenían una granja y toda la familia participaba en los trabajos. 


Erickson acumulaba una serie de déficits físicos: era daltoniano, no distinguía los colores (el único color que podía reconocer como tal y que por tanto apreciaba desmesuradamente era el púrpura; le hubiera gustado rodearse de objetos de este color: teléfono, paredes del cuarto de baño, pijamas, etc.) y padecía sordera tonal. A esto hay que añadir que cuando Erickson cumplió los dieciséis años, sufrió su primer ataque de polio. Según los médicos, el joven  no sobreviviría y en el mejor de lo casos, no podría caminar nunca más. 


Permaneció en cama, incapaz de mover el menor músculo y sin ninguna sensación corporal; lo único que podía mover todavía eran los ojos y, felizmente, el oído no se había visto afectado. Ya que el joven Erickson no podía determinar dónde estaban sus brazos o sus piernas en la cama, se dedicó durante horas a tratar de localizar sus extremidades, acechando la menor sensación de una mano, un pie o un dedo, por lo cual se volvió particularmente atento a los movimientos. Para matar el aburrimiento postrado en la cama, empezó a observar cuidadosamente a la gente y su entorno, comprendiendo la importancia del lenguaje no verbal y corporal de sus hermanas. Entendió que sus hermanas podrían decir "no" cuando pensaban "sí" y viceversa.


Se volvió así muy atento a los movimientos, incluso pequeñísimos, de su propio cuerpo, movimientos que intentaba entonces amplificar. Observaba a los bebés que aprenden a caminar para descubrir el encadenamiento de sus movimientos, la coordinación de sus esfuerzos, el modo cómo el peso del cuerpo se reparte sobre miembros, etc. Y de ahí sacó lecciones tanto para su propia reeducación como para su trabajo en psicoterapia.


Con lo que había aprendido, desarrolló un manejo adecuado de los músculos que la polio le había dejado servibles y aprendió a caminar cojeando con la mínima tensión posible. Pero esto también le hizo consciente de los movimientos físicos y de cómo la gente utiliza pequeños indicadores o movimientos de adaptación, que se vuelven reveladores para quien los observa. Dentro de nuestra comunicación es fundamental el movimiento corporal.
 

Debido a su sordera tonal, centró su atención en los elementos relacionales más que en el contenido del discurso verbal. Como él mismo aseguraba, muchos patrones del comportamiento en una persona están reflejados en el modo como la persona dice algo, más que por lo que dice.


En menos de un año fue capaz de caminar con muletas. Empezó entonces sus estudios de medicina. Sus primeros contactos con la hipnosis tuvieron lugar en sus cursos en la Universidad de Wisconsin, donde el doctor Clark L. Hull acudió para hacer una demostración. Milton quedó fascinado y se ejercitó en las técnicas hipnóticas con todo el que se prestó a servir de cobaya: sus condiscípulos, sus amigos, los miembros de su familia, etc. Al año siguiente asistió a un seminario con Hull, durante el cual la mayor parte del tiempo estuvo dedicada a analizar las experiencias del joven Erickson.


Después de su primer año de universidad, un médico le aconsejó hacer la mayor cantidad de ejercicio físico posible, al aire libre y sin cansar demasiado las piernas. Erickson decidió entonces hacer un viaje en canoa durante las vacaciones del verano (Wittezaele y García, 1994). Este viaje, sin lugar a dudas, reflejó la personalidad de Erickson. Se procuró una canoa de cinco metros de largo y vestido solamente con un traje de baño, un mono y un pañuelo anudado en la cabeza a guisa de sombrero, se lanzó a la aventura.


Por provisiones disponía de un saquito de judías, otro de arroz y algunos utensilios de cocina, además de dos dólares y treinta y dos centavos para comprarse productos suplementarios. Con estas provisiones pasó de junio a septiembre viajando en el lago de Madison, descendiendo el Yahara, el río Rock, el Mississippi, hasta unos pocos kilómetros de San Luís, y después volvió al río Illinois, luego hacia el río Rock y hasta Madison. Así que, al final del verano había recorrido casi dos mil kilómetros prácticamente sin dinero ni alimentos, sin tener en las piernas la fuerza suficiente para transportar su canoa alrededor de las presas que le bloqueaban el camino y tan débil al principio que sólo podía remar unos pocos kilómetros en el sentido de la corriente para no quedar completamente agotado. Pero su periplo lo transformó físicamente: su pecho aumentó en quince centímetros, era capaz de nadar sin respiro durante más de un kilómetro y medio y de remar a contracorriente desde el amanecer hasta el crepúsculo. Al final, también conseguía transportar su canoa por sí mismo para pasar las presas.


Sin embargo, en 1952 sufrió un nuevo ataque de polio que le dejó parcialmente paralizados el brazo y el lado derechos. Como, además, padecía numerosas alergias, le aconsejaron que se instalara en un lugar desértico, por lo que se fue a vivir a Phoenix, en Arizona. Allí crió a los tres hijos que había tenido de un primer matrimonio, así como los otros cinco que tuvo con su segunda esposa, Elizabeth.


Erickson nunca vivió en la opulencia, a pesar de tener una reputación cada vez mayor en los medios de la hipnosis clínica. Desde los años cuarenta, la revista "Life" se interesó por sus trabajos y cuando Margaret Mead buscó un experto que pudiera explicarle las convergencias entre los trances de los balineses y los trances hipnóticos, se dirigió a él. En los años cincuenta, participó en una de las conferencias Macy y le confiaron la redacción del artículo sobre la hipnosis para la Encyclopaedia Britannica. Colaboró también con Aldous Huxley quien, por medio de la hipnosis intentó descubrir algunos recuerdos precoces, así como explorar los mecanismos de la creatividad.

En 1953, Jay Haley y John Weakland comenzaron sus visitas semanales a Phoenix, dentro de su investigación sobre las paradojas en la comunicación. Haley fue el primer gran difusor de las técnicas brillantes de Erickson. Como consecuencia de estas numerosas publicaciones, Erickson fue cada vez más célebre, hasta terminar su vida como el "gurú de Phoenix".


En esa época, Milton Erickson vivía en una casa modesta y recibió a sus pacientes en un minúsculo despacho. Su salón le sirvió de sala de espera y sus pacientes se mezclaban con la vida familiar y con los numerosos niños, todavía de corta edad, que circulan por toda la casa. Erickson no buscaba ni la gloria ni el dinero; cobró una módica suma tanto a sus alumnos como a sus pacientes. Casi no estableció diferencia entre la terapia, la supervisión y la enseñanza: utilizó las mismas técnicas de influencia. Para él, un cambio era un cambio y la terapia era sólo un aprendizaje, como los otros.


Jeffrey Zeig, uno de sus alumnos, fue testigo de las dificultades físicas y de los sufrimientos que marcaron el final de la vida de Erickson. Tenía que pasar por largas horas de autohipnosis cada mañana para poder continuar con su trabajo por la tarde. Después de una nueva crisis, incluso tuvo que volver a aprender a hablar; el maestro de las entonaciones de voz difícilmente conseguía comunicarse. En 1980, Zeig decidió rendir un homenaje a Erickson organizando el Primer Encuentro Internacional de Hipnosis Ericksoniana. Sin embargo, Erickson nunca asistió a esta consagración de su larga carrera, pues falleció ese mismo año. 



La terapia según Milton Erickson II


Como hemos visto, los hechos vitales que marcaron la existencia de Erickson fueron muy especiales y por ello definieron su especial acción terapéutica: un ejercicio clínico novedoso y diferente de todo lo que existía en su momento (la terapia psicoanalítica o la terapia conductual), que no se encuadraba ni limitaba a modelo teórico alguno y que estaba basada en la novedad, la creatividad, la comprensión del otro y, sobre todo, la importancia del cambio.


Su excéntrica forma de hacer terapia le llenó de magia y misterio. Llegó a ser llamado "gurú", "genio loco", un "brujo de la hipnosis" y demás apelativos que trataban de describir el desconcierto ante su particular forma de manejar los casos.


Pero para situarnos en contexto, es necesario narrar algunos conocidos procesos terapéuticos de Erickson y pasar posteriormente a la disección de su estrategia terapéutica.


El primer caso tiene que ver con un joven (Wittezaele y García, 1994) que al  presentarse en la consulta, expuso sus dos problemas al terapeuta. Aunque se quejaba de una pérdida de peso constante, su preocupación se fundamentaba, sobre todo, en el segundo: su esposa y él no habían podido todavía consumar su matrimonio celebrado nueve meses antes. De hecho, su esposa le prometía cada noche que aceptaría las relaciones sexuales, pero, al primer movimiento de su marido para acercarse a ella, entraba en un estado de pánico y le rogaba esperar hasta el día siguiente. Él acababa por preguntarse si conseguiría él mismo tener una erección a pesar de su deseo desbordante. ¿Cómo podría el terapeuta ayudarles?


Se concertó una cita para ella. Debía presentarse en casa del terapeuta sabiendo que había de estar dispuesta a hablar, sobre todo de su desarrollo sexual desde la pubertad. La esposa acudió a la entrevista y, a pesar de su gran turbación, contó su historia. Explicó su comportamiento por "un terror incontrolable" que la superaba completamente. Relacionó vagamente su miedo con su educación moral y religiosa. Durante la conversación sacó una libreta de notas en la que estaba anotado cuidadosamente el día y la hora del comienzo de cada período menstrual. Examinando la libreta, se observaba que durante los diez últimos años, había tenido sus reglas cada treinta y tres días entre las 10 y las 11 de la mañana; ni una sola vez había tenido la regla prematuramente (a veces, un pequeño retraso). Su próxima regla estaba prevista para diecisiete días más tarde. A la pregunta: "¿Quiere recibir ayuda para su problema conyugal?", respondió: "Sí", apresurándose a añadir, en un estado de pánico evidente: "¿Podemos esperar hasta mañana?"; Erickson la tranquilizó afirmando varias veces que la decisión sólo le correspondía a ella. 


Después de esta conversación, Erickson indujo un trance hipnótico durante el cual le hizo varias sugestiones encubiertas en una larga perorata. Le dijo, substancialmente: "Con asombro por su parte, podría encontrarse, e incluso es probable que se encuentre frente a la desaparición súbita de su miedo y, sin que pueda sospecharlo, esto le permitirá cumplir su promesa antes de lo previsto".


Se hizo entonces entrar al marido, a quien se le aseguró que en la noche siguiente tendría relaciones sexuales con su esposa. El marido telefoneó al día siguiente para decir que su esposa, al regresar de la entrevista, había tenido la regla: ¡con un adelanto de diecisiete días! El terapeuta lo tranquilizó diciéndole que esto era muestra del deseo sexual que su esposa sentía por él y citó a la pareja para una entrevista inmediatamente después de la regla.


El día de la consulta, Erickson recibió primero a la esposa y le indujo un trance. Le dijo que la consumación del matrimonio debía tener lugar -y que tendría lugar- dentro de los diez días siguientes. Esto sucedería la noche del sábado, o la noche del domingo, pero él prefería que fuera el viernes por la noche. Continuó entonces pasando revista incansablemente a los diferentes días en que podría tener lugar la consumación, señalando siempre su clara preferencia por el viernes por la noche. La despertó entonces y le repitió sus palabras. Recibió entonces al marido, a quien le pidió que permaneciera pasivo, que no hiciera ningún intento y que incluso evitara responder demasiado rápidamente a los de su esposa.


El viernes siguiente, el marido estaba al teléfono: "Ella me ha pedido que le diga lo que sucedió ayer por la noche. Ocurrió tan pronto que ni siquiera me di cuenta de lo que me caía encima. Prácticamente me violó. Y me despertó antes de la medianoche para repetirlo. Esta mañana, se reía. Cuando le he preguntado: "¿Por qué?", ella ha insistido en que le telefonee para decirle que no era viernes. Le he dicho que precisamente hoy es viernes. Pero ella simplemente se ha reído y ha añadido que usted comprendería eso de que no era viernes".


Otro ejemplo (Haley, 1997) es el caso de un doctor ya mayor, un hombre extremadamente rígido en sus comportamientos, que acudió a Erickson para recuperarse de un miedo a los ascensores. Este médico trabajaba en un hospital en el quinto piso. Siempre había subido por las escaleras, a pesar de que los ascensores eran maneados por una competente mujer joven y eran lugares seguros. Se estaba volviendo viejo y frágil, y no podía continuar subiendo por las escaleras.


Erickson fue al hospital con el anciano médico y observó los ascensores con él. Dado que el doctor podía entrar y salir de los ascensores, Erickson eligió un ascensor y le pidió a la joven ascensorista que lo mantuviese en ese piso. Hizo que el doctor entrase y saliese del ascensor, y el doctor demostró que podía hacerlo. Erickson pidió al doctor que entrase y saliese una vez más. Esta vez, cuando el doctor entró la ascensorista cerró la puerta. Ella le dijo. "No puedo controlarme, siento un irrefrenable deseo de besarle". El mojigato médico le contestó. "Aléjese de mí, compórtese". La joven mujer dijo, "Siento impulsos de besarle". El doctor contestó, "¡Abra este ascensor ahora mismo!" Ella pulsó la palanca y el ascensor comenzó a subir. Entre los pisos ella volvió a parar el ascensor y le dijo."Estamos entre dos pisos, nadie puede verme besarle". "Ponga en marcha este ascensor replicó el doctor", y ella lo hizo. El miedo del doctor a tomar un ascensor terminó con una sola intervención.


Un tercer ejemplo es un caso muy conocido que cita Haley (1997). Una madre acudió a Erickson y le dijo que su hija adolescente se había retirado del mundo y que no podía dejar la casa ni ir a la escuela ni a ningún sitio. Tenía la idea de que sus pies eran demasiado grandes y que no debía mostrarlos en ningún lugar. En aquella época un terapeuta estaba incapacitado por la regla de que solamente deben verse los clientes en la consulta. Algo típico de Erickson era que siempre hacía lo que tenía que hacer dentro de los límites de su fortaleza. Acudió a la casa por dos razones obvias: una, que la chica no iría a su despacho, y dos, Erickson quería ver el tamaño de sus pies. Erickson observó que los pies de la niña eran de un tamaño normal. Usó la excusa de que su madre no se encontraba bien y que como médico le hacía una visita a domicilio. Examinó a la madre y entonces le pidió a la hija que le ayudase estando detrás de él sosteniendo toallas, o cualquier cosa que pudiese necesitar, hasta que la niña estaba justo detrás de él, y dando un paso hacia atrás la pisó tan fuerte como pudo, hasta que la niña gritó de dolor. Erickson se giró y le dijo agriamente "si tus pies fueran lo suficientemente grandes como para que un hombre pudiera verlos, no te hubiera pisado". Continuó examinando a la madre mientras la hija parecía pensativa. Más tarde, la madre le llamó a Erickson y le dijo que su hija le había preguntado si podía salir a ver una película y posteriormente salió. Al día siguiente fue al colegio. El problema estaba superado.


Para finalizar, vamos a narrar el caso de una joven inhibida que era fóbica a la relación sexual. La hipótesis era que la madre la había asustado con discursos para prevenirla contra el sexo; siendo todavía niña la madre murió. Erickson hizo regresar a la mujer a su infancia, a un tiempo donde la madre le había dado las advertencias que la habían asustado. Entonces le habló de cómo las madres advierten de tal forma que sólo  cubren partes de un problema y ellas mismas, más tarde, ofrecen una enseñanza más completa cuando saben que sus hijas están lo suficientemente maduras para recibirlas y entenderlas. Cuando Erickson llevó a la joven atrás en el tiempo, cuando su madre le asustaba con aquellas advertencias, primero demostró estar de acuerdo con lo que la madre le había dicho. Entonces discutió con la joven lo que su madre le hubiese dicho acerca del sexo en el futuro, si hubiese vivido. La hija entonces hubiera sido lo suficientemente madura como para hacer juicios correctos en relación con el sexo y su madre le hubiera hablado de aspectos positivos del mismo. Su desafortunada muerte le impidió a la madre poder completar la educación de su hija. Ahora la joven mujer estaba preparada para aceptar lo que Erickson podía darle: una visión más positiva del sexo que la madre le hubiera dado si la mujer hubiera vivido.


Como podemos darnos cuenta, estas estrategias terapéuticas no son nada ortodoxas, nada "esperables" ni tradicionales a ninguna línea de acción clínica, ni a ningún modelo psicológico aplicado por la época en que Erickson empezó a ser terapeuta.



Modelo terapéutico

¿Cómo podemos definir, clasificar o entender este estilo terapéutico? Para entender el modelo terapéutico bajo el cual actuaba Erickson, es necesario partir de una conclusión fundamental: la estrategia terapéutica de Erickson era totalmente original para su época.


Con esto quiero decir que Erickson no partía de influencias reconocibles de otros autores, al estilo de mentores o maestros, ni había deducido su manera de actuar de alguna escuela psicológica o terapéutica. Cuando Erickson inició su recorrido por la terapia, la gran escuela que influyó en la terapia fue el psicoanálisis y, obviamente, él no hacía parte de sus filas, como tampoco lo hizo del posterior movimiento  conductista. Para Erickson, el pasado no era la clave para solucionar el conflicto. El pasado, según sus palabras, no se puede cambiar, y aunque se pueda explicar, lo que se vive es el hoy, el mañana, la próxima semana, y eso es lo que cuenta.


Digamos que fue lo suficientemente intuitivo, observador, disciplinado e independiente como para crear su propia estrategia de acción a partir de la hipnosis. Sin embargo, no podemos reducir su accionar terapéutico a la hipnosis, pues a medida que pasaba el tiempo disminuyó cada vez más su utilización, dándole más relevancia a la metáfora y al lenguaje imperativo.


Para Erickson aprender la hipnosis era ante todo aprender a observar al otro, a comprender su visión del mundo, a seguirlo paso a paso de manera que se puedan utilizar todas estas informaciones para ayudar al paciente a comportarse de otro modo (Wittezaele y García, 1994). Por lo tanto, podemos entender que en la visión de Erickson, la hipnosis no es el punto clave, es una herramienta más para llegar al punto clave: el cambio a través de la influencia interpersonal.


Su gran capacidad de observación y estudio del lenguaje no verbal de las personas, a partir de la inmovilidad que le produjo su enfermedad, el conocimiento que le brindó el aprendizaje de la hipnosis para influir en el comportamiento del paciente, y su autonomía como creador de un proceso terapéutico no influenciado por escuela de pensamiento alguno, produjo lo que ya hemos visto, como excepcional e incluso "milagroso", en cuanto a la curación de algunos problemas de sus pacientes.


¿Cómo podemos configurar el enfoque ericksoniano? Tal vez debamos partir  de entender que gracias a su capacidad de observación, su imperiosa premisa era resolver el problema, pero sin recurrir a recetas, por lo cual contaba con la paciencia y minuciosidad como para enfrentar cada problema de forma diferente; era tan original en la forma de abordar sus casos, que esto hacia tremendamente difícil transmitir lo que sabía, crear escuela, si se quiere.


Si quisiéramos reconocer los pilares de su estrategia terapéutica, tal vez deberíamos seguir a Jeffrey Zeig (1985, en Wittezaele y García, 1994), quien propone los siguientes puntos: 


- No tener ideas preconcebidas sobre el paciente


Este punto subraya la importancia de la observación y, sobre todo, de la no clasificación clínica. Esto implica una compresión más certera de la problemática y permite huir de la estrechez de la clasificación para centrarse únicamente en el universo del paciente.


- Pretender un cambio progresivo


Su meta era lograr objetivos concretos para futuros próximos. El terapeuta no puede aspirar a controlar todo el proceso de cambio del paciente, solo lo inicia, posteriormente éste sigue su camino, es como una bola de nieve que rueda por una montaña convirtiéndose en una avalancha que, sin embargo, se adapta a la forma de la montaña. Para Erickson, la tarea del terapeuta no consistía en definir una patología, ni en permitir una toma de conciencia, ni en dirigir la vida de una persona.



- Establecer el contacto con el paciente en su propio terreno


Esta idea no sólo tiene que ver con la manera cómo Erickson salía de la consulta e intervenía en la calle o en la casa del paciente, tiene que ver también con el modo cómo el terapeuta debe entrar en contacto con el paciente, la forma de establecer una relación con él. Desarrollar la escucha y dejar a un lado las interpretaciones, con el fin de poder comprender las particularidades de cada paciente. Escuchar al paciente implica no encasillarlo en un diagnóstico ni en una categoría teórica, implica entender su mundo para entrar en él. Esto supone  un trabajo intenso, largas horas de reflexión y paciencia, y Erickson lo demostró tajantemente cuando empezó a hablar el idioma incoherente del paciente esquizofrénico y a comunicarse con él en sus mismos términos. Hablar el lenguaje del paciente implica no sólo las palabras o su sintaxis, sino entender su esquema de valores, la imagen que tiene de sí misma y del mundo que le rodea, sus miedos y cómo enfrenta los conflictos, entendiendo lo que dicen y también lo que quieren decir. 


Si la persona estaba acostumbrada a que le trataran de una forma dura, Erickson trataba al paciente de tal forma, era su manera de llegar a contactar con él, era necesario para la comunicación.



- Crear situaciones en las que las personas puedan darse cuenta de su propia capacidad para modificar su manera de pensar


Para Erickson era fundamental permitir al paciente reconocer sus capacidades situándolo en un marco en el que éstas puedan manifestarse. Por lo tanto, había que dejarle control al paciente de la situación y motivarle para que ejerciera el cambio. Algo que hizo magistralmente en el caso de la pareja que no podía tener relaciones sexuales. 


También era típico de Erickson salir del contexto de la consulta y utilizar personal auxiliar cercano o no al paciente para ayudarle a implementar su acción terapéutica.


Erickson utilizaba el insight aunque de forma diferente al enfoque psicodinámico.  Erickson nunca ayudaría a un chico enclenque a darse cuenta de que estaba celoso de su hermano, pero sí le ayudaría a descubrir que era rápido y mucho más ágil que su grande y musculoso hermano. El enfoque educacional de Erickson enfatizaba el descubrimiento del lado positivo (más que del negativo) para producir el insight en el paciente.


Erickson no se concentraba en traumas pasados, se concentraba en un cambio mediante una acción en el presente. Se centraba detalladamente en los síntomas; ofrecía cambios en sus pacientes sin su conciencia. Influir sobre la persona sin que ella supiera que se le estaba influyendo. Por ello utilizaba muchas sugestiones fuera de la conciencia del sujeto. Lo hipnotizaba, le daba sugestiones  y les provocaba amnesia para que el efecto se desarrollara sin la conciencia del paciente.


Erickson utilizaba el moldeamiento de la conducta y usaba técnicas que ahora se pueden interpretar como conductuales, y mucho antes de que se descubriesen las terapias del aprendizaje, pero no era conductista en el sentido estricto de la palabra, según Haley no utilizaba el refuerzo positivo como se suele hacer en terapia.


Erickson nunca se definió a sí mismo como un terapeuta familiar, gestáltico, grupal, psicodinámico, Rogeriano o existencial. Al parecer no quería ser clasificado, pues deseaba maximizar su libertad de acción: ver pacientes con una amplia gama de recursos y enfoques diferentes.


No basaba sus ideas en la teoría psicodinámica ni usaba la herramienta básica de ese enfoque, la interpretación inconsciente. Tampoco de la terapia de la conducta, ni usaba su herramienta principal, el refuerzo positivo explícito. No aceptaba la teoría sistémica familiar y su idea básica de que el comportamiento de cualquier miembro en un sistema es el producto del comportamiento de otro miembro.